“Lo siento, pero tú no eres mi felicidad».
No, no lo seamos y por eso me libero. Me niego a poner mi vida emocional en tus manos. Si tú fueras mi felicidad, tu ausencia sería mi acabo se y viviría en el un precipicio.
No quiero intentar “adueñarme” de ti, no va conmigo, no me interesa.
La realización personal muchas veces se asocia con la plenitud o felicidad. Es la última requerimiento de la famosa pirámide de Maslow, la requerimiento más elevada, que va más allá de uno mismo, y a través de la cual puedes crecer en todos los sentidos y contribuir al mundo.
La autorrealización es una manera de vivir tu vida con significado, de sentir que lo que haces tiene sentido, aporta valor, es una forma de dejar huella, de ir más allá de tus propias requerimientoes y aportar tu granito de arena para crear un mundo mejor.
Mi bienestar y mi autorrealización dependen básicamente de mí, lo demás contribuye, pero el proceso interior que va configurando mi ser no vendrá de afuera, no será prestado. No es cuestión de estética. No solo quiero mejorar, quiero hacerlo con la inspiración del artista, como una obra de la cual me sienta agradecida.
¡Qué pesado es hacerse cargo de la dicha de otro! ¡Qué tarea tan difícil, por no decir imposible!
Prefiero respirar por mí misma, andar sin muletas y ser como soy. No quiero pertenecer-te, ni que tú me pertenezcas.
Andemos juntos, si nos apetece, pero no seamos “el uno para el otro”, por favor.
El bienestar psicológico o el intento de ser feliz requiere de un compromiso personal e intransferible. No es algo que nos regalen, se compre o se posea por decreto: es intransferible. Y como yo no estoy en venta, y espero que tú tampoco lo estés, tenemos la oportunidad de ser libres.
Y es que la realidad muchas veces nos muestra lo contrario. Seguro que conoces a no pocas personas (probablemente muchas) que no llevan una vida plena: odian su trabajo, se quejan constantemente, se sienten víctimas de sus circunstancias, culpan a otros de su malestar, saben que no viven bien pero no hacen nada por mejorar sus vidas, descuidan su salud, viven ligados a relaciones tóxicas o a malas costumbres emocionales, aplazan continuamente sus verdaderas metas, viven autoengañadas y se dejan manipular por los medios de comunicación…
Tú no defines mi existencia ni yo la tuya, de ser así, no podríamos vivir el uno sin el otro. Tú no eres mi felicidad, afortunadamente, ni yo soy tu ama y señora. La mejor relación que podemos tener es no pertenecernos. El que no posee al otro lo respeta, y eso es belleza, ternura y desapego”.
Texto adaptado de Walter Riso
La mejor relación que podemos tener es la de no pertenecernos. Esto es ser y existir.
Quiero encontrarme contigo, pero en otro punto emocional. No quiero que seamos el uno para el otro, ni el amor de nuestra vida. No quiero requiererte, quiero preferirte.
No quiero amarte ciegamente, no quiero cerrar mis ojos. Quiero abrirlos y ver a dos seres completos, diferentes y no dependientes entregando su energía, viviendo momentos y colaborando en la vida.
Convertirnos en seres completos
Cuando me convierto en un ser completo, que no requiere de otro para sobrevivir, seguramente voy a encontrar a alguien completo con quien compartir lo que tengo y lo que él tiene. Ese es, de hecho, el sentido de la pareja. No la salvación, sino el encuentro. O, mejor dicho, los encuentros. Yo contigo. Tú conmigo. Yo conmigo. Tú contigo. Nosotros, con el mundo.
Jorge Bucay
No quiero que nos transformemos ni que nos necesitemos. Quiero dejar atrás las medias naranjas. Tú puedes ser una naranja, un limón o un melón. Puedes ser lo que quieras, no seré yo quien te pida que cambies. Lo importante es que rodemos juntos.
Tampoco tenemos que rodar por siempre de la mano. A veces el amor se acaba, no quiero verme exprimiéndote y sacando tu jugo. Por eso, si quieres tomar el sol, tómalo. Si quieres deshacerte de tu piel, hazlo. No hay más que hablar.
Por eso, no somos uno, somos dos. Tampoco somos el uno para el otro, es mejor que no lo seamos. Yo soy para mí y tú eres para ti.